miércoles, 14 de diciembre de 2016

EL PERFECTO IMPERFECTO Y EL SEXO SALVAJE

Tras varias experiencias en redes sociales de ligoteo y cansada de hablar sin llegar a nada, me decidí a quedar con un chico por primera vez.

Hacía poco tiempo que había terminado mi última relación y no me apetecía nada meterme en otra, solo quería pasármelo bien y siendo sincera, echar un buen polvo, porque hacía meses que no tenía sexo de verdad y había llegado ESE MOMENTO en que entre las páginas más vistas de mi explorador de Internet, aparecían misteriosamente solo páginas de sex shops virtuales (por cierto, aún quiero comprarme el columpio sexual, pero de esto ya hablaremos algún día...) 😏 

En fin, que yo no es que fuese rápida, no, he de confesar que con esto de ser como el gatito que acaba de pisar la calle por primera vez, llevaba un mes hablando con dos chicos a la vez y ya nos habíamos pasado al WhatsApp:


Rober: tres años más pequeño que yo, a juzgar por las fotos estaba muy bueno, era simpático y acababa de romper con su novia, no buscaba una relación. Los mensajes con él iban subiendo cada vez más de tono y mi sequía sexual me hacía perder el control por momentos. Al principio hablábamos para conocernos, al final solo jugábamos a ponernos como una moto, porque sí, amigos, sí, los emoticonos de WhatsApp no eran capaces de representar el nivel que esa conversación estaba cogiendo. La berenjena ya no tiene significado vegetal para mí.

Carlos: cuatro años mayor que yo. Un chico muy agradable y educado. Ingeniero, con una empresa propia. Parecía atractivo en las fotos, los mensajes con él eran conversaciones muy interesantes sobre casi todo. Absolutamente respetuoso en el tono, me trataba como a una princesa. Parece ideal ¿no?

Llegó la hora de quedar y a pesar de eso que nos han inculcado de: “busca un chico formal, educado, con conversación, que quiera algo serio”, nooooo… ¿adivináis a quién tenía más prisa por conocer?
Pues sí, mi libido decidió por mí y quedé con Rober una tarde para tomar un café. Necesitábamos confirmar que esa atracción sexual en persona era igual o incluso mayor.
Era la primera vez que quedaba con alguien a quien había conocido por Internet y de camino a la cita solo podía pensar: ¡Diossss que no me haya enviado las fotos de otro! ¿Qué hago si no me gusta? ¿Salgo corriendo? ¿Y si he follado virtualmente con un orco? Me voy a quedar traumatizada… Si es que la falta de sexo me ha trastornado del todo…
Pero cuando me acercaba a la cafetería donde habíamos quedado, con las piernas temblando, el estómago revuelto y dudando de si no sería mejor dar la vuelta, vi a un chico de pie esperando de espaldas y me dije: “¿Holaaaa? Amanda, reza para que sea ese.” Y sí, era ESE.
Después de habernos hecho casi de todo (sexualmente hablando) por teléfono, resultaba un poco complicado mantener el tono normal y aséptico con alguien que no conoces y la tensión sexual no resuelta la notaba hasta el camarero que nos trajo el café, os lo aseguro.
Había quedado para un tema de trabajo solo una hora y media después, por si necesitaba una excusa para huir, aunque no me habría hecho falta con él ya que el tiempo pasó volando.
Me acompañó al parking donde estaba mi coche y en la puerta me dio un buen beso. Sí, la química sexual era aún más fuerte en persona. Algunos minutos después me sonó un mensaje suyo de WhatsApp diciéndome que le había gustado mucho. Y besarme también.

 

La siguiente vez que quedé con Rober fue directamente en mi casa y cuando le abrí la puerta no perdimos ni un segundo en ir directos al dormitorio.
Porque así soy yo, acojonada para quedar por primera vez y directa al tema en la segunda… a veces. He de decir, que el sexo con Rober era genial pero tenía claro que no íbamos a hacer nada juntos fuera de la cama o mejor dicho, con la ropa puesta.
Así que seguía hablando también con Carlos, que era taaaaaaan majo y taaaaaan atentooooo. A mi familia le encantaría, ya me estaba imaginando a mi tía Marisa en la cena de Nochebuena diciendo: “Ay, ¡qué chico tan mono! Cásate con él Amanda”.
Así que decidí quedar con él para conocerle, porque igual me estaba perdiendo a un PGN (Posible Gran Novio) mientras recuperaba el tiempo sexualmente perdido con Rober. Que sí, que yo NO quería novio, porque estaba recuperándome de mi anterior relación, pero así de complicadas somos las mujeres, o al menos yo.
Quedé con Carlos una noche para tomar una cerveza, con la misma estrategia que usé con Rober, esto es, una cita indeludible una hora y media después. Mejor un ratito breve, por si acaso, y una escapada asegurada.
Cuando le vi no me gustó físicamente nada, pero por lo menos era alto, ya que yo llevaba taconazo. No obstante le di una oportunidad sincera.
Llamadme loca pero era taaaaaaaan educaaaaaado, taaaaaaaan correcto, taaaaaaaan atento, taaaaaan amable, taaaaan majo… que me daban ganas de adoptarlo pero no de tirarme encima de él, ni le veía empotrándome contra una pared, es decir, libido 0.
La cita fue así: 👇

- Amanda qué bien hueles  (al darme dos besos) – preguntas interesantes sobre mi vida- tienes unos ojos preciosos – información sobre su vida – tu sonrisa es espectacular – háblame por favor sobre tu trabajo – eres increíblemente guapa, las fotos de tu perfil no te hacen justicia…  
Y así sucesivamente: piropo, me intereso por ti, piropo, etc.
Cuando nos despedimos me pidió volver a vernos y yo, que carezco de asertividad en los momentos más necesarios le solté: “claaaaaaro que sí”, con sonrisa de oreja a oreja incluida.
Cuando a los cinco minutos (o menos) también me envió un mensaje para decirme que le había gustado mucho conocerme, ya tenía claro que NO iba a ser el padre de mis futuros hijos, pero es que además pensar en el sexo con él me apetecía lo mismo que tirarme por un barranco....
Siguió escribiéndome y pidiéndome una segunda cita. Y ahí estaba yo debatiéndome... 

Mi demonio me decía: “NOOO, Amanda, NOO, nunca te va a empotrar, NO es tu hombre, NO vas a tener sexo salvaje. Y tú, Amanda, quieres sexo salvajeee...

Y mi angelito me decía: “Amanda, si es taaan adorable... Amanda, es perfecto para ser tu compañero de viaje. Amandaaaa, es el hombre perfecto para ser tu noviooooo…”

¿QUÉ HAGOOOO???
Pues lo que todas hemos hecho alguna vez y NUNCA, NUNCA, NUNCA soportaría que me hicieran a mí....
¡ME FUI CON UNA CARABINA! 🙈
No tenía ganas de verle a solas porque quería evitar a toda costa que se lanzara a mi cuello, por ese motivo cuando una amiga me invitó a ver una exposición de arte tuve la GENIAL idea de pedirle a Carlos que nos acompañara.
El día en cuestión, comenté en mi grupo de WhatsApp "Solteras y estupendas" la jugada, de forma que las otras amigas no paraban de reír, diciéndome que estaba loca y que pagarían por verle la cara al pobre chico.
Antes de ver la exposición, ahí estábamos los tres: mi amiga, Carlos y yo, sentados en un bar y, tras charlar un ratito, mi amiga y yo tuvimos un momento "Cómo conocí a vuestra madre" y telepáticamente ella me decía:
“¿Seriously Amanda? Si este muchacho tiene menos gracia que El Pozi hablando en perfecto castellano..."
Y yo le contestaba: "Pero es taaan buena personaaa...."
Y ella me decía: "Amanda, si pegáis menos que el ketchup con las tostadas con jamón del desayuno..."
Y yo, a pesar de que intentaba buscar una respuesta, solo me salía un... "Peeroooo, siii...." sin poder acabar la frase... Porque Carlos era muy agradable, pero me aburría soberanamente con él y ya no había por dónde coger esa posible-futura-relación,  por mucho que tuviese detrás la presión social y a mi tía Marisa diciéndome: "encuentra un buen hombre, etc."
Y la cita (si se podía llamar así) siguió, agradable, normal, hasta que tomando una copa de vino nos sirvieron un plato de comida para compartir y Carlos empezó a tocar la comida y a chuparse los dedos de tal manera que toda la posible roña que ese muchacho tuviera acumulada en las uñas desapareció en aquel instante, con deciros que yo creo ni le quedaron los "paluego" de entre los dientes...



En ese momento, el tiempo se paró, la historia hizo un paréntesis y la palabra SENSUALIDAD dejó de existir en el diccionario, de forma que mi amiga y yo nos miramos con cara de horror y estupor y entonces, mi angelito interior se cruzó de hombro, agarró de la mano al demonio del otro lado y los dos a la vez gritaron:
 ¡ARGGGGGGGGG!!!¡AMANDAAAA, SAL DE AQUÍ YAAAAAAAAAA!
A pesar de que ya tenía MUY claro que quería salir corriendo, justo ese día no tenía plan B y aún teníamos que ir a la exposición. Así que toda la noche me la pasé fingiendo que no notaba las miradas y los ojitos que me ponía Carlos cada dos por tres, además de los intentos por rozarme que yo esquivaba como un auténtico ninja.
Con la excusa de que teníamos que trabajar mi amiga y yo al día siguiente le dijimos a Carlos que nos teníamos que ir. Él, como era taaaan educadooo se ofreció a llevarnos a casa, a lo que las dos respondimos en perfecta sintonía: “noooooo, gracias, cómo te vas a molestar, si vivimos muy lejos. Hay una parada de taxis aquí al lado”.
Pero como era taaaaaan atentooooo, se empeñó en acompañarnos al taxi. Así que mi amiga caminaba mirando hacia el suelo, con cara de circunstancias y a cierta distancia, mientras yo en estado de alerta total como una maestra del kung fu iba atenta a cualquier movimiento, que si no fuese por la diferencia de peso, era como el joven Po intentando cazar comida, en modo alerta ON.

Llegamos a la parada, mi amiga ENTRA EN EL COCHE y me deja ¡sola!!!!! con él, en ese momento incómodo en el que piensas: <<no le miiiireees Amanda, no cruces la miraaaadaaa>>  Y le dices: "buenoooo, pues qué bien lo hemos pasado ¿no?, (palmadita en el brazo), ya si eso nos llamamos… (lenguaje corporal de -no te acerques, no te acerques-).
De repente le veo venir como a cámara lenta y mientras él se acerca despacio, no sólo le hago la cobra, NOOOO, le hago la MAXI COBRA, de forma que, haciendo gala de una flexibilidad que desconocía tener, doy un salto mortal hacia la derecha, voltereta hacia arriba y no sé cómo me cuelo por la ventana del taxi y cierro la puerta en todos sus morros, poniendo cara de "tengo prisa" y cuando el taxi arranca, le digo: "ha sido un plaaaceeeeer..." Mientras, él se queda con los morros en el aire en un beso a la mujer invisible con cara de me acabo de encontrar a la protagonista de la película Matrix…
No contenta con ello y con los nervios de salir huyendo, no se me ocurre otra cosa que lanzarle un beso por la ventanilla y él me mira en estado de shock.
Ahhhhhhh… ¡TRÁGAME TIERRA Y ESCÚPEME MUY LEJOS DE AQUÍ!
Lo peor es que me escribió esa noche y otro día más, hasta que por mis escuetas respuestas finalmente entendió que yo tampoco era la madre de sus futuros hijos, ni una Posible Gran Novia.

Y yo he aprendido a ser más asertiva cuando conozco a alguien que no me gusta y a acallar los mensajes subliminales de toda la sociedad, porque aunque alguien pueda parecer perfecto, lo perfecto es lo que necesitas en cada momento y en ESE momento, YO, Amanda, no estaba preparada para algo serio, sino para ese sexo salvaje y apasionado de Rober.

Amanda Bols
 

2 comentarios:

  1. Me encanta el concepto PGN, voy a empezar a utilizarlo!! Te entiendo perfectamente con Carlos, en el fondo sí queremos un novio, pero no un novio sosuno y poca-sangre, sino el novio cañero que te haga caminar con la cabeza en alto siendo la envidia del barrio... y si no es un novio, pues sexo salvaje, que eso está muy bien también!!

    Besitos guapa!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajajaja
      El PGN empieza a ser tan fácil de encontrar como un unicornio rosa, me temo...
      Si el novio no nos encanta y nos pone como una moto, por muy encantador que sea... mejor seguir recuperando el tiempo sexualmente perdido con alguien divertido :-)

      Un besazo enorme preciosa.

      Eliminar